ROMANI. EX DIRECTOR DE LA JND

Un balance del combate a la droga

Usted ha valorado siempre las políticas de rehabilitación por sobre la represión.

­¿Con qué sentimiento deja la JND?

­Lo que más valoro en estos seis años de gestión, fue haber creado una poderosa Secretaría Nacional, que hoy queda armada para seguir sosteniendo lo que yo llamo Plataformas Institucionales. Es decir otros equipos con agentes de otros ministerios y organismos públicos o de organizaciones sociales y no gubernamentales, que son la verdadera telaraña que sostiene la gestión en este problema complejo. Esto no existía (ni siquiera funcionaba el estamento de mayor jerarquía, los nueve viceministros con el prosecretario y los dos secretarios generales) y tampoco había una concepción, un enfoque colectivo de abordajes del tema drogas. Hoy lo tenemos con la suficiente firmeza y flexibilidad para abarcar las diferentes dimensiones que tiene el tema. La SND no se transformó en un organismo hipertrofiado que abarcase todo. El mérito de nuestra gestión es haber potenciado los recursos humanos que había, no tuvimos ni la pretensión ni la altanería de barrer con todo y en base a una concepción y a un mando firme, motivar a que los técnicos y funcionarios pudieran entender que esto se hacía y se ejecutaba a través de otros.

­¿Cree que ha sido suficiente lo realizado?

­Afirmo: lo que hicimos no basta. Se trata de un compromiso permanente que hay que renovar constantemente porque es un problema mundial dinámico, que resurge con otras caras y otras facetas. No olvidemos que tanto la demanda, es decir el consumo de drogas legales e ilícitas, como el tráfico y el lavado, son actividades humanas que son funcionales a un mercado activo de consumo y de tráfico. Ni que hablar de la importancia que tienen los capitales que vienen de los ilícitos pero que mantienen el flujo financiero. Eso existe en el mundo y pretender negarlo es una mentira y una estafa. Las políticas publicas deben apuntar a reducir y acotar los daños, a generar controles sociales de gestión de riesgos, construidos y cogestionados con la comunidad.

­¿Cuáles han sido los factores que más obstaculizaron su gestión desde que asumió?

­La falta de una percepción compartida en el sistema político y en la sociedad de la complejidad del tema. La total ausencia de percepción compartida de las amenazas que significan algunas prácticas económicas y el desinterés en valorar algunas medidas preventivas. El clima de alarma y de depositación masiva en «la droga» como chivo expiatorio de todo lo malo que nos ocurre y de transformación de todo elemento asociado en un espectáculo morboso a ser mostrado en las cámaras de televisión. La tentación del grito politiquero fácil que reclama y dice tener soluciones mágicas, rápidas y grandilocuentes abusando y manipulando un dolor y un malestar verdaderamente existente. Hay formatos y responsables de comunicación y actores políticos que sin lugar a dudas han sido multiplicadores y aumentadores de la toxicidad referida a las drogas.

­¿Considera que los cárteles u organizaciones de narcotraficantes han avanzado los suficiente como para que esté presente el riesgo de que se «apoderen» de zonas de Montevideo?

­Las informaciones que brinda el Ministerio del Interior son preocupantes en cuanto al avance territorial de algunos esquemas de narcotraficantes locales que siempre intentan pasar de grado e irse de esas zonas para dedicarse al gran negocio. Creo que todavía hay capital social y capacidad para impedir lo que ocurre en las favelas de Río, aunque la amenaza está latente. La recuperación de territorios donde la delincuencia se enseñorea no es un problema solo policial. Es importante imponer la ley y restablecer la autoridad. Pero al mismo tiempo hay que hacer mega operativos donde se resuelva concretamente la vivienda, la asistencia social de los niños, la recolección de basurales, la iluminación. Eso hay que hacerlo en forma conjunta y con presencia permanente de todos los recursos del Estado. En todos esos barrios hay población con conciencia social dispuesta a generar oportunidades. Ahora bien: si vamos solo con un asistencialismo pueril a repartir pan dulce, no sirve. Si vamos solo a «meter la pesada» lo único que lograremos es la retaliación, como ya se ve en algunos lugares. A las poblaciones vulnerables pero «duras» en materia de peso pesado no las achicamos a pura pechera. Ni amenazando con bajar la edad de imputabilidad. ¿Qué capacidad disuasiva tiene ese discurso? ¿Bordaberry y Lacalle piensan que esos pibes están temblando con la recolección de firmas? ¿No sabemos que el pibe que es filmado en un achaque va a celebrarlo en su entorno barrial, como una hazaña? ¿No entenderemos que es un poco mas complicado que seguir aumentando los niveles de violencia penal y /o física? ¿Queremos matar a los pequeños Bin Laden? ¿Quién evalúa los resultados de haber aumentado todas las penas del Código en el 97 y el 2000? Tuvimos en ocho años, el doble de presos ¿y? Creo sinceramente que los gritos destemplados de mano dura, y mano durísima son interesados, más allá de la situación real. Son gritos que intensifican la violencia, el sentimiento de venganza y no quisiera pensar que también encubren una forma muy sutil de promoción del delito. Sí, de promoción del delito.

 

RESULTADOS

En seis años se construyeron tres centros especializados en drogas.

El subsector privado debe atender los consumos problemáticos y se incorporará el alcohol.

Creación del Centro de Información y Referencia de la Red Drogas (Portal Amarillo), primer núcleo de una vasta red de atención y de investigación

Se generó un Plan Nacional Integrado de lucha contra el narcotráfico y el lavado de dinero.

Fueron creados los juzgados y fiscalías especializadas.

Se creó el Fondo de Bienes Decomisados

No fue posible organizar un gran Debate Nacional sobre el Problema Drogas.

Avances realizados en pasta base por el Instituto Clemente Estable, Polo Tecnológico de la Facultad de Química, Instituto de Toxicología.

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