Los presidentes y las drogas
La trayectoria de César Gaviria frente a la prohibición resume la posición que muchos presidentes y funcionarios han tenido en este tema. Mientras ocupan el cargo, casi todos defienden dogmáticamente, a veces con argumentos alucinantes, las políticas represivas y atacan duramente a cualquier crítico. Luego, cuando dejan el puesto, algunos de ellos (no todos) parecen recobrar la razón y el sentido común: reconocen entonces el fracaso y los sufrimientos que ocasiona inútilmente la prohibición y plantean su revisión.
Hoy César Gaviria es un crítico duro y lúcido del prohibicionismo. Por ejemplo, en el foro por los 100 años de El Tiempo planteó hace pocos días que “la idea de prohibición total para resolver el problema de consumo de drogas ha demostrado ser, a lo largo de los últimos 100 años, un fracaso en todo el mundo”. Además, Gaviria, junto con los expresidentes Cardoso y Zedillo, formó parte de la llamada “Comisión latinoamericana sobre drogas y democracia”, que publicó un interesante informe, que reconoce que la guerra contra las drogas está perdida y plantea entonces una reconsideración del paradigma represivo. El informe propone incluso la despenalización del consumo de la marihuana.
Pero cuando fue presidente, César Gaviria tuvo una posición muy distinta.
En noviembre de 1993, el entonces fiscal general, Gustavo de Greiff, se mostró partidario en una conferencia en Baltimore de evaluar la posibilidad de la legalización de las drogas con el fin de reducir el poder de la criminalidad organizada. Inmediatamente, el 29 de noviembre, César Gaviria, quien era en ese momento presidente, le respondió con una carta pública criticándolo muy duramente. Entre otras cosas, Gaviria dijo que el debate de la legalización era “dañino por la sensación derrotista y tolerante que dejan esas teorías” y que hace que las autoridades se distraigan de su labor represiva, por entrar en “disquisiciones que no pasan de ser un mero ejercicio intelectual y especulativo”. Gaviria dijo que tenía “muchos argumentos morales, jurídicos y prácticos para desvirtuar las supuestas bondades de la legalización”. Ahora como que no los encuentra…
Eso no fue todo. En mayo de 1994, la Corte Constitucional despenalizó el consumo de drogas, pues consideró, con razón, que un Estado pluralista y respetuoso de la autonomía de las personas no debe prohibir penalmente conductas que pueden afectar la salud propia, pero no vulneran derechos de terceros. La reacción de Gaviria fue durísima: argumentó, sin ningún sustento, que la decisión aumentaría el consumo de drogas e incrementaría la delincuencia y la violencia; además, anunció que impulsaría una reforma constitucional y una consulta popular para revertir la sentencia.
El contraste entre las posiciones actuales y anteriores de Gaviria frente a las políticas antidrogas es claro. Y no creo que su evolución se deba a que haya evidencias científicas nuevas sorprendentes, pues ya en 1993 numerosas investigaciones académicas habían mostrado el fracaso y los efectos indeseados de la prohibición. Todo indica que es muy difícil para un presidente o un político activo expresar públicamente sus dudas frente a la prohibición, tal vez por los costos políticos que tendría que asumir. Es como si políticamente estuviera prohibido ser antiprohibicionista.
Por ello es muy importante que hoy César Gaviria y otros expresidentes reconsideren sus visiones, reconozcan el fracaso de la prohibición y planteen públicamente la necesidad de un nuevo enfoque. Pero más importante aún sería que los mandatarios en ejercicio tuvieran esa lucidez y actitud. Ojalá que Santos, quien ha mostrado ser pragmático y osado, no espere a ser expresidente para plantear el desmonte del prohibicionismo.
* Director del Centro de Estudio “DeJuSticia” (www.dejusticia.org) y profesor de la Universidad Nacional. Este opinión fue publicado originalmente en El Espectador.